Tamiahua, Ver.— En una muestra más del cinismo que ha caracterizado a la administración municipal de Tamiahua, la aún presidenta Guadalupe Rodríguez Torres vuelve a dar de qué hablar. Esta vez -según los rumores-, por intentar imponer a su propia hija, Ilse, como suplente de la candidata de MORENA a la presidencia municipal, Cindy Gabriela Cruz Nolasco.
Sí, leyó usted bien: Linda Guadalupe pretende dejar todo “atado y bien amarrado” para que, en caso de que Cindy renuncie —casualidad que ya parece parte del plan— su hija Ilse tome posesión del cargo. Así, la familia Rodríguez Torres seguiría controlando el presupuesto municipal como si se tratara de un negocio personal, no de un gobierno público.
Esta estrategia no sólo es un insulto a la inteligencia de los tamiahuenses, sino un reflejo de la desesperación de quienes saben que ya no cuentan con el respaldo ciudadano. Al parecer, el poder ha sido tan dulce que ahora no lo quieren soltar ni con agua hirviendo.
Basta con preguntarle al Órgano de Fiscalización Superior del Estado (ORFIS), que tiene en la mira a la actual administración por irregularidades y posibles daños patrimoniales. Y sin embargo, lejos de rendir cuentas, Rodríguez Torres quiere perpetuar su dinastía política como si Tamiahua fuera su propiedad privada.
La candidata oficial, Cindy Gabriela Cruz Nolasco, queda así reducida a una figura decorativa en el plan transexenal de Linda Guadalupe, una ficha más en el tablero de una jugada perversa. Lo que está en juego no es sólo una elección: es la dignidad de un pueblo cansado de simulaciones, de pactos bajo la mesa y de administraciones que solo ven por sus propios intereses.
Tamiahua merece un futuro distinto, no un presente reciclado con apellidos repetidos y ambiciones heredadas. Porque una cosa es la continuidad de proyectos, y otra muy distinta, el intento de instaurar una monarquía tropical con cargo al erario.
¿Hasta cuándo?