En política, la verdad suele ser una víctima colateral del entusiasmo electoral. Jorge Lara, candidato del Partido del Trabajo a la alcaldía de Tamiahua, se ha autoproclamado como un revolucionario de los caminos, el gestor incansable, el amigo del pueblo. Pero detrás de su retórica en tercera persona —un estilo más propio del Duende Verde que de un servidor público— se oculta una realidad más simple y menos heroica: la de un operador improvisado, financiado por los tentáculos de su tío político, Ernesto «Neto» Lara.
Jorge asegura haber transformado caminos y gestionado obras sin ocupar cargo público alguno, con recursos que no provienen del gobierno. Y sin embargo, los tractores con los que presume haber trabajado pertenecen, según diversas fuentes locales, al propio ayuntamiento… y al mismo Marcelino que funge como su representante ante el OPLE, su casero y esposo de la directora de obras públicas. Las coincidencias huelen más a complicidad que a compromiso ciudadano.
Más allá de la verborrea sentimental y el tono mesiánico con el que busca endulzar oídos campesinos, el problema es otro: Jorge Lara no tiene cómo justificar el origen de su campaña. No hay comprobantes, no hay declaraciones fiscales, no hay trayectoria educativa. Ni siquiera terminó la preparatoria. Lo que sí tiene es un apellido, Lara, y un patrocinador familiar que, al parecer, no ha soltado el control político de Tamiahua. Así se hereda el poder en los pueblos donde el nepotismo se disfraza de vocación de servicio.
Durante sus asambleas, Jorge se vende como el «candidato de las comunidades», alguien que no improvisa —aunque no pueda acreditar estudios ni fuente de ingresos formal— y que presume haber «gestionado más que el ayuntamiento». Pero olvida mencionar que su supuesto altruismo opera desde la sombra de una maquinaria familiar enquistada en el poder.
Decir que Jorge Lara representa el cambio es como decir que el café endulzado con azúcar mascabado ya no es dulce. El discurso puede sonar distinto, pero el sabor es el mismo. Tamiahua no necesita administradores que hablen de sí mismos como personajes de caricatura, sino autoridades con preparación, independencia y verdadera vocación de servicio.
El 2 de junio, los tamiahuenses deberán elegir entre más de lo mismo envuelto en discurso populista, o aspirar a algo mejor. Porque cuando un aspirante necesita jurar que no es títere, lo más probable es que ya esté danzando entre las cuerdas.
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¿Quién financia a Jorge Lara? Basta con seguir la pista del cascajo.