“Empiezo a trabajar para todas y todos.” Con esa frase, breve pero contundente, Citlali Medellín Careaga selló el significado de una victoria que va más allá de las urnas. Tamiahua no solo eligió a una nueva presidente municipal: eligió una forma de hacer política basada en la constancia, la experiencia y los resultados. Y lo hizo con una mayoría que no deja lugar a dudas.
Este miércoles 4 de junio, Medellín recibió oficialmente la constancia de mayoría que la acredita como alcaldesa electa para el periodo 2026–2029. El documento, más que un trámite, se convirtió en símbolo de legitimidad democrática. En un Veracruz acostumbrado a campañas sucias y promesas vacías, la ciudadanía eligió recordar, en cambio, el trabajo realizado. Porque la memoria, cuando no se tuerce, es también un voto.

“Hoy no ganó una persona, ganó Tamiahua”, dijo Citlali. Y no es una frase hueca. Esta no es su primera vez al frente del municipio. No es una improvisada. Su historia política comenzó hace una década y ha recorrido desde el palacio municipal hasta el Congreso del Estado. A diferencia de muchos candidatos reciclados, ella regresó a las comunidades con los zapatos gastados y la agenda llena de pendientes cumplidos.
Pero no todo ha sido terso. La campaña estuvo marcada por ataques, rumores y lo que hoy se denomina violencia política de género. Medellín no negó la embestida, pero tampoco se refugió en el papel de víctima: “Resistir, persistir y no desistir”, dijo, dejando claro que los golpes, lejos de quebrarla, la templaron.
Lo que sigue no es menor. Tamiahua, como muchos municipios de Veracruz, enfrenta retos profundos: marginación, falta de infraestructura, abandono institucional. Medellín promete gobernar para todos, incluidos aquellos que no votaron por ella. Esa es una declaración poco usual en tiempos de revanchismos y polarización. También es una prueba que pondrá a prueba su liderazgo y madurez política.
Reconoció la influencia de figuras políticas, desde su familia hasta líderes estatales como Rocío Nahle. Pero dejó claro que su respaldo más fuerte proviene de la gente que la ha visto gobernar, recorrer caminos, escuchar. “Soy una dama en la política”, remató, como si desafiara con elegancia la violencia que muchos aún consideran parte natural del juego político.
La constancia ya está en sus manos. Pero el reto apenas comienza. Si la palabra “dama” significa hoy decencia, firmeza y vocación pública, entonces Tamiahua puede estar tranquila: eligió a una.
Y eso, en estos tiempos, ya es una buena noticia.